Verdades científicas de ayer se han convertido hoy en supersticiones.
Bilbao, 17 de diciembre 2009 (medicosypacientes.com)
“La historia de la ciencia está llena de supersticiones, al igual que la de la religión”. La frase, en apariencia contradictoria, toda vez que la prueba científica goza de un gran aval de credibilidad, corresponde a Juan José Díaz Franco, presidente de la Sección de Medicina del Trabajo de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao y ponente de la conferencia que, bajo el título “Medicina, religión y superstición”, da contenido a una nueva edición del programa Encuentros con la salud celebrado ayer en el marco de los “Encuentros con la Salud”, una iniciativa organizada por la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao, la Facultad de Medicina y Odontología de la UPV/EHU y la agencia Docor Comunicación, especializada en salud.
La rotunda frase del Díaz Franco, psiquiatra y médico especialista en Medicina del Trabajo, se sustenta “en el fundamento de la superstición que, en no pocas ocasiones, nace desde una perspectiva religiosa y busca en la ciencia un refrendo. ¿Cuál es el fundamento de una superstición?”, se pregunta el experto, desde un punto de vista psiquiátrico.“Controlar el miedo y la ansiedad. Todas las civilizaciones de la Historia han manejado, de alguna u otra manera, estas cuestiones supersticiosas. Y si bien la religión es el motor de ellas, existen cuestiones como el efecto placebo que se mantienen en el campo de la medicina”.
En este mismo territorio, el experto remarca la existencia de “medicinas alternativas., remedios caseros o prácticas curanderas que, en un grado u otro, también tienen raíces supersticiosas”.
El experto entiende que “todo avance científico deja atrás un reguero de supersticiones; de verdades científicas que se tuvieron por tales y que más tarde quedaron desacreditadas por nuevos descubrimientos. La historia está llena de estas cuestiones. Galileo, por ejemplo, tuvo la convicción de la teoría heliocéntrica. Pero como sus afirmaciones contaminaban algunos pasajes de la Biblia, la comunidad científica desautorizó sus palabras”.
La mano de la religión también tiene su peso. “El cólico miserere, por ejemplo. Toma el nombre por el angustioso diagnóstico: rezar el miserere por el alma del paciente. Hoy en día, la ciencia ha encontrado solución para esta patología. La superstición funcionó durante un tiempo como una herramienta eficaz para anular el miedo. ¿Estás enfermo?, reza, venían a decir”. El especialista no se detiene en este ejemplo. “el mal de ojo es otro ejemplo. Hay gente que aún hoy, en pleno siglo XXI, mantiene la existencia de otras personas capaces de transmitir enfermedades. Es una creencia popular en no pocas zonas oscuras de las sociedades civilizadas”.
Díaz Franco maneja dos opciones del término ‘superstición’. “Por un lado está la noción vulgar, casi injuriosa, que señala a los crédulos, a quienes piensan que existe todo un mundo subterráneo de cuestiones casi esotéricas. Pero está, también, la noción temporal, diacrónica; esa de mucha gente que cree, por ejemplo, en los remedios de la abuela con la misma fe con la que cree en las terapias científicas”.
“Las supersticiones de hoy son absurdas pero un día fueron respetables”. La frase de Augusto Comte sirve como apoyo a las tesis del conferenciante, quien comparte con el filósofo francés la idea del positivismo.
“Sólo la ciencia empírica es capaz de situar al hombre en la realidad y elevarlo por encima de las supersticiones o falsas creencias de la antigüedad y de la Edad Media alentadas por la religión o por la imaginación”, aseguran ambos.
Otro de los pilares en los que se sujeta Díaz Franco es “el estructuralismo de Levi Strauss” en su obra ‘El pensamiento salvaje’. “Strauss es el padre de la antropología moderna”, asegura Díaz Franco. Amparado en las teorías del filósofo, Díaz Franco asegura que “nada es supersticioso, sino que está supersticioso. Hubo un tiempo en que la magia o la alquimia fueron tenidas como verdades absolutas y hoy no tienen semejante consideración científica. Y no por eso aquellos hombres eran tachados como locos; es más, gozaban de un gran prestigio”.